martes, 27 de octubre de 2009

Chantal Akerman

Un poco de Chantal Akerman

Akerman nació en Bruselas, Belgica. Sus abuelos y su madre fueron llevados a Auschwitz, pero solo su madre pudo regresar, factor que afecto de forma inminente en su vida; la ansiedad de su madre es un factor recurrente en las películas de Chantal.

Despues de ver la pelicula “Pierrot Le Fou” (1965) de Godard a sus quince años de edad, decidió esa misma noche que ella se convertiría en una directora de películas y documentales. Su primera pieza en 35 mm, un pequeño cortometraje en blanco negro que se llamo “Saute ma ville”, le costó a Akerman la venta de varios objetos preciados entre estos el intercambio de un diamante, vendió prácticamente todo para poder producir su propio cortometraje, el cual años después entro a concursar al concurso de documental de la Oberhausen.

Despues de su pelicula “Jeane Dielman”,  Akerman comenzó a marcar su estilo, con una estética sumamente especial. Tomas estáticas, cámaras que esperan, que aguardan silenciosas a ver con detenimiento para no perder ningún detalle. El rol opresivo que desempeña dentro de un círculo social, la cámara como arma para revelar hasta los más profundos secretos de una cultura sumamente apática y fría.

                                 

No estaría completamente segura de que la cámara logra el objetivo inicial, de mover a las personas haciéndolas sentir expuestas para que estas reaccionen en la escena, pero al pasar del documental uno nota, que ese no es realmente el propósito, sino justo lo que se logra. La presentación de espacio comunes, la rutina y monotonía de la vida llevada a su máximo esplendor, pero dentro de eso, la belleza visual y creativa que estos momentos portan por si solos , convirtiendo también a la cámara en una herramienta de recopilación de estos momentos.

El documental, dentro de su extrema serenidad y sencillez, termina por atraparnos, termina por ensenara a nuestro ojo de espectador a fijar atención, en aquellas situaciones que nunca sabemos ver. Las situaciones dentro de las casas de estas familias que parecen tan ajenas y lejanas a nosotros, tienen mucho más en común que lo que podríamos imaginar. El sagrado silencio de los momentos de la vida, nos deja ver y escuchar, todo lo que el ruido y los sonidos nos bloquean.

                   

Gente dentro y fuera de sus casas, una buena forma de plantear el escenario común en la calles nevadas y depresivas en donde la gente no habla solo camina, para después adentrarnos en sus mundos privados, donde descubrimos que son personas y viven en familia al igual que cualquiera de nosotros y que no solo son figuras de hielo en las calles que parecen correr su vida sin pena ni gloria.

Algunos voltean pero en su mayoría evitan ver a la cámara, ¿es una sensación de disgusto o más bien una sensación de indiferencia?

Las tomas son lentas, que hasta parecen cuadros lluviosos con gente y coches borrosos en la niebla, una poesía del espacio, de la vida y del sistema de vida. Una rutina poética, llena de atractivo visual y de momentos insignificantes que a fin de cuentas son los que hacen tan especial la vida de estas personas.

 

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